Es aquella donde, a pesar de sentirnos íntegros y útiles, nos empiezan a llamar “viejos”. Entramos en la tercera edad. Son los jóvenes y adultos los que producen, pasando los “viejos”, a un segundo e inexistente plano. ¿No necesitamos revertir el concepto de valorar los meritos, y no la edad?
Es verdad que el vertiginoso avance de la tecnología restringe las posibilidades de participación, pero debemos pensar en la experiencia de vida que puede aportar este grupo etario para desarrollar actividades productivas que reemplacen instancias perdidas a partir de la jubilación. Debemos erradicar el concepto de irreversibilidad de esta etapa de la vida, como el de la necesaria dependencia. La persona mayor debe vivir en máxima plenitud, participando en la alegría y en la tristeza, desterrando la conocida concepción: “no se lo digas, haber si se enferma o le da un infarto”. La familia puede a veces no estar preparada para responder a las necesidades del anciano, ya que estas irán aumentando por el consabido “vivimos mas, pero no mejor”, y se enfrentaran a la urgencia laboral de los conyugues para poder llevar adelante la economía hogareña. Ahora el hombre y la mujer salen a luchar por igual. Es imposible que la persona mayor, en determinadas circunstancias, espere que la familia satisfaga todos su requerimientos y, la independencia y el valerse por sí mismo son la mejor terapia que puede tener.
Probablemente lo más sano para unos y otros es que la persona mayor viva sola y reciba de sus familiares el apoyo afectivo y, si lo necesita, el económico. Su casa es el mejor lugar para el anciano, pero cuando el o sus necesidades lo determinen, aparecen opciones interesantes donde las Residencias Geriátricas tienen un lugar destacado y actualmente cumplen una función revitalizadora. La rehabilitación de facultades perdidas, la rehabilitación alimentaria, son esenciales para el mejoramiento físico y síquico, y así poder acceder a caminatas, juegos, yoga, talleres artísticos, etc. Por supuesto, no todos los huéspedes están en condiciones de entregarse a todas las actividades, y se generaran niveles, que van desde el brindar protección y seguridad hasta la dependencia total.
La elección de la Residencia no debe ser con presiones. El interesado debe tomar parte activa, siendo la familia la sugerente. Por otro lado, la decisión una vez tomada no deberá ser vista como definitiva ni excluyente.
Cuando la familia sugiere al abuelo el traslado a una Residencia Geriátrica, ésta no debe pensar que al hacerlo, la decisión es cumplida e irreversible, ya que estaría actuando de manera apresurada y riesgosa. La persona mayor debe decidir su instalación, si está cómoda, si se siente bien tratado, si puede utilizar mejor su tiempo, esencial para no caer en tristeza y depresión.