El envejecimiento provoca cambios en todos los sistemas del organismo, limitando la capacidad de adaptación y la respuesta a demandas. Esto por su lado aumenta la vulnerabilidad del anciano a padecer enfermedades o discapacidades que conllevan a características propias de la edad.
Es común que en la vejez las enfermedades se presenten en forma atípica. Esto genera un reto al médico tratante, que deberá evitar el facilismo de interpretar la situación como causada por la edad del paciente.
Una neumonía puede cursar tos sin fiebre, o dolor torácico; y una común infección urinaria, manifestarse con alarmantes signos de deterioro del sensorio. La enfermedad de Parkinson puede no presentarse por sus conocidos temblores, pero si a través de caídas frecuentes.
En el anciano es importante la presencia de pluri-patologias, que generan interacciones entre si que dificultan no solo el diagnostico, sino también el tratamiento, ya que al mejorar una podemos empeorar la otra. La mayor fragilidad, el uso de varias drogas simultáneas son factores que debemos también tener muy presentes.
Los mencionados son solo unos ejemplos enumerados con el objetivo de destacar la complejidad del tratamiento de los adultos mayores, y la razón por la cual su atención presenta un verdadero desafío, en el que hay que adoptar actitudes diagnósticas y terapéuticas diferenciadas, para que no pierdan beneficios terapéuticos probados como la baja de la presión arterial, de las cifras del colesterol, o de la indicación de anticoagulantes en la fibrilación auricular.