Recientemente tuvimos el gran placer de recibir el tan cálido agradecimiento del familiar de un huésped tras su estadía en Residencia Parque Leloir. Estos gestos nos llenan de orgullo y alegría hacia nuestra vocación, por lo que quisiéramos compartirlo a modo de testimonio.
En Residencia Parque Leloir nos enorgullece brindar un servicio de excelencia desde los 3 pilares fundamentales que toda residencia geriátrica debe tener: Medicina, infraestructura y por sobre todas las cosas trato humano, para acompañar tanto a nuestros huéspedes como a sus familiares durante tan difíciles etapas y transiciones.
Para respetar la privacidad de nuestros huéspedes, todos los nombres y referencias personales han sido eliminados.
Por este medio quiero agradecerle todo lo que ha hecho por mi padre, XXX, especialmente en los últimos meses. Sé que no suele aceptarse en las instituciones geriátricas que un anciano permanezca en sus horas finales. Por lo general se los traslada a centros de salud, donde la mayoría de las veces las personas pasan días agonizando y demorando su partida, en arte por los infructuosos intentos de ¿salvarlos?.
Por eso, en primer lugar mi agradecimiento por ello, a usted y a toda la hermosa comunidad del personal de la Residencia Parque Leloir, con especial señalamiento de la Sra. Nelly y de la enfermera Mónica Mareco. A Nelly, por su sabia experiencia y su clara orientación en la toma de decisiones. Y a Mónica por su gran profesionalismo, sensibilidad humana y compromiso con su delicada tarea, sin importarle horarios e incluso días de franco, siempre estuvo atenta y solícita, respondiendo a mis mensajes, informándome novedades. Nombro primero a estas dos personas porque, junto con la enfermera Teresa, de inagotable paciencia y ternura, son las que más vienen a mi mente, pero no puedo dejar de mencionar también a Ramiro, super profesional, o a Mercedes, con su gran experiencia y alegría contagiosa, o a Angel, el kinesiólogo con su dulzura y su paciencia. Un capítulo aparte merece Juan, el jardinero. Usted se preguntará por qué poner pongo mi acento en alguien cuya tarea no parece tener que ver directamente con el confort de los abuelos. Pues yo le digo que mi padre desde que llegó a la residencia me mencionó al jardinero Juan. Me decía «Mirá lo que trabaja, todo tiempo está cortando el pasto o arreglando canteros. Mirá qué hermoso tiene el jardín». Y cuando ya dejó de hablar, los últimos meses, igual me señalaba las plantas en flor… «Mirá, mirá» decía. Y me llevaba hasta la ventana, señalaba a Juan y decía «él». Ese jardín fue su alegría.
Les he contado a todos mis familiares y amigos estos días sobre la calidad humana de la gente de la Residencia, porque sinceramente, ustedes trascienden lo común. Por eso este es mi primer agradecimiento.
El segundo agradecimiento es por su apoyo como médico. Recuerdo la conversación que tuvimos personalmente un sábado, creo, tempranito a la mañana en la Residencia sobre el estado de salud de mi padre, recuerdo sus explicaciones y sus consejos sobre darle confort y cuidados en esa etapa final de su vida. Supe de cada visita suya y sus indicaciones. Le agradezco mucho todo eso, doctor. Y agradezco haber tenido la suerte de poder contar con usted.
Por último mi agradecimiento a su hijo médico, Martín, quien supervisó a mi padre por el cáncer de vejiga. Fue muy claro y sincero, directo y sin vueltas. Eso me ayudó mucho.
Mi padre fue un gran ser humano, lamentablemente el Alzheimer no permitió que allí ustedes lo conocieran tal cual había sido en su larga vida. Por estos días he estado recordando a mi padre cada mañana y decidí publicar las hermosas anécdotas que vinieron a mi mente y que tanto me marcaron en la vida. Las compartí en mi perfil de Facebook, en forma pública. Si usted lo desea, podrá leerlas en XXX y así conocer a quien fuera mi amado padre.
Un abrazo y hasta siempre.